pálpito

Esta ciudad impar antes no se gustaba nada y la gente iba por ahí medio enfadada, con la niebla puesta, haciendo del frió un distintivo de calidad que no entendían nada mas que los profesionales del asunto. Hacía malo en ferias y en semana santa. Esa era la gracia.

Luego con la democracia se cerró muy bien sobre unos límites diseñados con sentido, se recuperó el río como hilo conductor y se comenzó a valorar la calle como algo más que la derrota necesaria para ir al fúbol y a los toros.
La ciudad ahora es bonita, tiene calidad, un montón de árboles y unos brotes de vida que yo me obligo a visitar con la bici los domingos porque hace ya años que no es posible patearlo por la medida de las cosas. La bondad tiene ese componente generoso y expansivo.
Detras de los nuevos barrios, sus paseos, sus instalaciones deportivas, sus parques y sus bares, han aparecido nuevas gentes, nuevas formas de gentes, que viven sus vidas de formas tan diferentes que da mucha alegría reconocerlas, porque – aunque alguno no lo sepa – todo lo conocido es bueno.
De esas nuevas formas de relación y de familias trata » El Nigromante» la novela de Valetín Martínez Carbajo que presentamos en el primer viernes de Noviembre. Fácil, sin aspavientos, el relato nos introduce en esos nuevos mundos, de la misma manera que yo me introduzco por las urbanizaciones con la bici los domingos. Hay una satisfación profunda en ese ir y venir buscando la vida, como si de níscalos se tratase.
El autor dice que tiene un buen pálpito. Que vamos a vender doce o trece ediciones, que se lo dijeron hace justamente veinte años.
Yo le digo que no , que antes había otras satisfaciones.
En esas estamos.

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