níscalos

Vienen los santos. Están al caer los níscalos, los buñuelos, los huesecillo, las flores y las últimas rosas blancas.
Están ahí mismo los recuerdos y las viejas historias sin solucionar con nuestros muertos. Ya decía el poeta ( Rosales ) que la muerte no interrumpe nada y la aventura del hombre en tantos casos se cifra en eso, en encontrar un lenguaje para comunicarse con los muertos, un territorio donde encontrarse, un puerto franco donde intercambiar los cromos.
Un hombre que no haya conocido el dolor, el dolor de la ausencia, es como una iglesia sin bendecir, insistía el poeta. El dolor es la patria del hombre, el lugar del que nunca se vuelve igual. El dolor- como el rey – es el motor del cambio.
En estos días tan especiales, tan dignos, dejamos constancia de esta necesidad tan poco postmoderna de estar con nuestros muertos.
La literatura sabe mucho de todo esto. El editor piensa en serio que la gran tarea de la literatura es la de conectarnos con ellos. Una hipóteis anárquica pero que algo de cierta tendrá cuando ha resultado el quehacer de tantas vidas.
Los níscalos con patatas, claro.

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