clásicos

Entre los temas de mi adolescencia literaria, figuraban, claro, las castañeras y el día de difuntos, que vienen envueltos en las mismas horas fronterizas, con el invierno, el cambio de luz y los libros que han estado esperando para su lectura en cuanto llegara el frío.
Por entonces eran temas melancólicos sobre el paso del tiempo, un asunto que no conocíamos y ahora nos traspasa como un cuchillo; la flor de los cuchilleros y ahora les tapa la tierra.
Ahora son temas a evitar, porque en los puestos se ponen castañeros jóvenes- he visto hasta algún negro- con lo que nos resulta imposible enlazar un tiempo con otro, en el que no queda nadie, verdadero síntoma de una devastación que nos alcanza por momentos.
En cuanto a la muerte, todo son sorpresas, como Dios manda. Hace ya un tiempo que cuando voy al cementerio, amén de la rosa para mi padre y para mi hermana, compro otra y se la pongo a un hombre que conocí poco y me quiso mucho. Un secreto mínimo, ciudadano, elegante y generoso que me ha hecho a mi mejor y a el inmenso. Me ocupo ahora de cuidar de su memoria, como la de los míos, ya ven por donde.
Para el editor son días de pensar en don Juan Tenorio. En la autobiografía de Zorrilla ( Recuerdos del tiempo viejo ) que es muy bonita, en su precariedad económica, en los nuevos listos y en los viejos ladrones del talento. Enn fin, en lo de siempre.

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