Fernando Zobel debió llegar a Cuenca a mediados de los sesenta, según mis recuerdos. Hacía años que Cesar Gonzalez Ruano había escrito un libro muy bonito que llevaba por título » pequeña ciudad»y la plaza mayor estaba igual, con mucho encanto y unas cuantas mesas donde las gentes tomaba café e intantaban hacer tratos. Estaba prácticamente muerto y era de un gris sin formas. Un gris con mucha grasa que percibíamos incluso los niños. El mundo estaba enfadado y bebían cañas con tapas generalmente de garbanzos torrados o cacahuetes.
Zobel compró una casa de la familia y le regaló a mi primo Julio unas acuarelas, según me cuentan. Luego empezó su magisterio elegante, distante, cariñoso y culto, muy culto. Tenía esa fragilidad de los grandes y se entregó a la ciudad después de entregarse a sus gentes. Nadie que tuviera un proyecto se quedó sin mecenazgno. A los que no tenían proyecto y tenían talento, les acogió igual y fue mostrando cosas hasta que se hizo con ellos. Tuvo el valor de convencernos de que el buen gusto no era reacionario. Para aquel tiempo, una lección profunda.
A mi amigo Segundo Santos, le adentró en el mundo del papel, según los cánones artesanales y le mandó por Cataluña para que viera los últimos molinos que funcionaban. Cuando volvió ya intuía como hacer el papel más bonito del mundo en el que luego grabarían todos , incluido Zobel.
Yo ya sabía entonces, cuando pasabamos las tardes en el primer taller de la calle pilares , bajo una higuera grande que sostenía las horas, que algún día haría algo sobre el papel de Santos.
El próximo viernes en Avila, presentamos el tercer libro de la colección que saca cada año 15o ejemplares impresos en papel artesano hecho a mano en el taller de Segundo Santos en Cuenca. El papel interior, de algodón y lino; el exterior de lino con yute. » Sobre las hadas» , un viejo texto de Chesterton que habla de la esencia del ser occidental. Pero de eso nos ocupamos otro día. Hoy solo quería decir que Zobel me enseñó a disfrutar de las cosas pequeñas ( las únicas que me interesan ) y a intentar vivir las ofensas de la vida como si cosas de del camino se tratase.
Zobel compró una casa de la familia y le regaló a mi primo Julio unas acuarelas, según me cuentan. Luego empezó su magisterio elegante, distante, cariñoso y culto, muy culto. Tenía esa fragilidad de los grandes y se entregó a la ciudad después de entregarse a sus gentes. Nadie que tuviera un proyecto se quedó sin mecenazgno. A los que no tenían proyecto y tenían talento, les acogió igual y fue mostrando cosas hasta que se hizo con ellos. Tuvo el valor de convencernos de que el buen gusto no era reacionario. Para aquel tiempo, una lección profunda.
A mi amigo Segundo Santos, le adentró en el mundo del papel, según los cánones artesanales y le mandó por Cataluña para que viera los últimos molinos que funcionaban. Cuando volvió ya intuía como hacer el papel más bonito del mundo en el que luego grabarían todos , incluido Zobel.
Yo ya sabía entonces, cuando pasabamos las tardes en el primer taller de la calle pilares , bajo una higuera grande que sostenía las horas, que algún día haría algo sobre el papel de Santos.
El próximo viernes en Avila, presentamos el tercer libro de la colección que saca cada año 15o ejemplares impresos en papel artesano hecho a mano en el taller de Segundo Santos en Cuenca. El papel interior, de algodón y lino; el exterior de lino con yute. » Sobre las hadas» , un viejo texto de Chesterton que habla de la esencia del ser occidental. Pero de eso nos ocupamos otro día. Hoy solo quería decir que Zobel me enseñó a disfrutar de las cosas pequeñas ( las únicas que me interesan ) y a intentar vivir las ofensas de la vida como si cosas de del camino se tratase.
Los cuentos de hadas superan la misma realidad. Desde sus descripciones materializan la razón. Lejos de todo aquello que, a menudo, nos provocan todas las cosas sin sentido que hay en el mundo.