Hace unos días pasaron por televisión una entrevista con Jhon Sobrino, un jesuita de renombre en eso que se dió en llamar teologia de la liberación. Habló sobre un concepto que el llamaba » ultimidad «y que guardaba, según él, relación con la pobreza. Algo así como que en los pobres se encuentran las razones últimas de las cosas, los sentimientos y los valores en estado puro. Los pobres como guardadores. como garantes del género humano en su versión mas noble.
En estos días, una vez mas, los animales nos recuerdan que en ellos tambien, sobre todo en ellos, descansa esa ultimidad de lo que nos es propio. Sin libertad para intentar desmarcarse su leatad permence hasta el último aliento, incombustible como la zarza bíblica. Allí esta su lealtad intacta mientras el amo le golpea hasta la muerte. Allí están ellos, los caballos, sorprendidos del abandono, tras el cercado soñando quizas con un mundo de correrias sin límites mientras las ulceras de la lealtad les van matando de la manera mas atroz que pueda imaginarse en un pura sangre.
No hay mayor crueldad que afear la dignidad de un amimal. Vejarle. Pegarle.
Una vez iba yo por el campo y vi a un cazador pegar bestialmente a su perro que había fallado una presa. Le daba puñetazos en la cara y el animal emitía un sonidos terribles que yo entendía mezcla de sorpresa y dolor total ante lo inexplicable. Sufría.
Me escondí para no ver y que no me vieran. Luego resultó que yo le conocía. Era un hijo de puta. No podía ser de otra manera.
Hay que escribir sobre esto y dejarse de cursilerias.
En estos días, una vez mas, los animales nos recuerdan que en ellos tambien, sobre todo en ellos, descansa esa ultimidad de lo que nos es propio. Sin libertad para intentar desmarcarse su leatad permence hasta el último aliento, incombustible como la zarza bíblica. Allí esta su lealtad intacta mientras el amo le golpea hasta la muerte. Allí están ellos, los caballos, sorprendidos del abandono, tras el cercado soñando quizas con un mundo de correrias sin límites mientras las ulceras de la lealtad les van matando de la manera mas atroz que pueda imaginarse en un pura sangre.
No hay mayor crueldad que afear la dignidad de un amimal. Vejarle. Pegarle.
Una vez iba yo por el campo y vi a un cazador pegar bestialmente a su perro que había fallado una presa. Le daba puñetazos en la cara y el animal emitía un sonidos terribles que yo entendía mezcla de sorpresa y dolor total ante lo inexplicable. Sufría.
Me escondí para no ver y que no me vieran. Luego resultó que yo le conocía. Era un hijo de puta. No podía ser de otra manera.
Hay que escribir sobre esto y dejarse de cursilerias.