feria del libro

El mundo entero se ha puesto verde. Verdes muy pálidos, pasados por agua en las frondosidades del campo grande que es el jardín lleno de ardillas de esta ciudad impar. Verde en las cunetas del camino que lleva a las viñas en el corazón mismo del vino de Cigales. Verdes con amarillos, con rojos, carmesis, morados de las flores pequeñas, conejos, liebres y perdices sobre el verde crecido del cereal.

Subimos la otra tarde a picar un cacho y bebernos una botella de un vino joven extremeño de la ribera del Guadiana, tan afrutado que daba la impresión de estarse bebiendo el bosque. Me habían regalado un par de cajas las dueñas de un restaurante de Cáceres, » El paladar de Felisa «, al que tengo muchas ganas de ir a celebrar la vida que lo único con lo que no puede el cabrón del tiempo. Les pides un consejo de un vino para presentar una novela ambientada en la tierra y van las mujeres, lo eligen , te lo preparan y te lo regalan. ¿ Como te lo voy a cobrar , hombre ¿, te dicen y uno piensa que el mundo es así, como ellas dicen, y no como lo relatan los funcionarios.

También en estos días es la feria del libro. La feria del libro se termina en cuanto lees el comite organizador y las lista de invitados a las mesas redondas en las que hay mas gente en la parte de arriba que en el salón de abajo. Cuando terminas de repasar el inventario, un año más, confirmas que no te encuentras. Antes podías decirte a ti mismo que ese el era el precio de la independencia, que mas que nada se trataba de una confirmación de estar en el buen camino. Ahora, ni eso. Ahora eres mas consciente de la soledad, te duele más adentro.

Entonces, como por encanto, se te cruza otro verde, otra amapola, otro par de perdices, respiras hondo, a gusto, y comienzas a pensar en el siguiente libro.

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