Pues lo que pasa siempre en estos sitios. El lugar era muy hermoso, sus gentes hospitalarias y encantadoras, los compañeros del autor estuvieron a la altura, vimos un montón de personajes y tomamos un par de vinos estupendos llenos de camaraderia y buen talante. Cada uno dijo lo que quiso y para casa mas contentos que unas pascuas. Da gusto cuando se salta de nivel y se acaba este tufillo rancio e inutil de lo autonómico. A mayores lo vendimos todo. Todo lo que llevábamos. Bueno lo vendió todo una criatura de 13 años, hija de un compañero del autor, una ratina que mantuvo a raya a comandantes, tenientes coroneles y coroneles. Daba el cambio con la seguridad de la infancia y sonreía como la mujer que estaba a punto de llegar. Solo por ver la actuación haría el viaje una vez a la semana. Olía a Madrid y a Africa, a gracejo y facilidad. Olía a mi barrrio, que es en definitiva lo que siento en cuanto piso los bulevares.
Bustamante contó una anécdota sabrosa. Cuando estaba terminando de escribir comenzó a preguntar a los amigos que título le vendría bien al libro. Creo que uno de ellos, una amistad de esas del colegio, le dijo: » no solo matan». Pues eso.
De la feria del libro, ni hablar. A estas alturas uno tiene el derecho a tratarse unicamente con las virtudes de sus amigos.