Algunos caballos

En buena medida el gran tránsito de mi generación es el de la noche al día. De las madrugadas de alcohol a las mañanas de mantequilla. Del infierno de los otros, al compañero fijo de paseo con el que se habla poco porque las miradas bastan y el silencio pone  orden y concierto. En el silencio nos damos cuenta de muchas cosas, dice un amigo mío.
Las mañanas son patrimonio de la humanidad, son las horas en que pasean las gentes que no están en las estadísticas, los que han tomado ya la distancia con el consumo. En las primeras horas de las mañanas hay muy pocas cosas abiertas salvo el campo y un par de churrerías. En las mañanas apenas hay móviles, ni conversaciones por Internet. A veces corre una brisa muy suave que nos trae noticias del paraiso. Eso es todo.
El otro día en una playa del norte ameneció brumoso y caía una lluvía muy delicada como de cuento. Poco después de las siete estábamos cerca de los veinte grados y comenzaba a construirse una jornada radiante. Fuimos dando un paseo hasta el mar y allí abajao , en la arena, galopaban dos caballos, dos pura sangre, recién sacados de un sueño. Estaban tan contentos que ellos solos llenaban la mañana. Mas que entrenar hubiera podido decirse que estabn delimitando el mundo. Por unos instantes el tiempo se suspendió para nosotros. Pensé en la cantidad de años que había tardado en llegar a puerto.
Hace poco en un acto literario muy delicado, como suelen ser los grandes actos , traje a cuento a un poeta francés, Pierre Etienne, que habla mucho de caballos:

» El caballo sin palabra espera / para cruzar los días de bruma / el canto de tus palabras susurradas / en el extremo del seto /
Las palabras descubren las branquias de los pulmones, las contracciones del corazón, el estremecimiento de los músculos. Las palabras tienen nostalgia del cuerpo «.

¿ Que les parece ? . A veces pasan cosas y no nos enteramos.

2 comentarios

  1. Pero…¿A ver si resulta que las palabras tienen además propiedades para adelgazar, y no lo sabíamos?.
    Pues¡hala, todos a leer!.

  2. No se trata de poner unas palabras encima de otras,
    y tampoco es cuestión de secuenciarlas con acierto. Porque solo con las palabras que se anhelan el corazón late más aprisa, y en su lectura descubrimos el orden perfecto.

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