En las entrevistras posteriores a la victoria del Madrid de baloncesto en el Palau, el debutante entrenador de los blancos dió las gracias a sus tecnicos de base, su familia y a su perra. Por lo que veo en los periódicos de la mañana a nadie de la ha parecido mal la dedicatoria.
El día anterior, dando un paseo largo con una vieja amiga de las que se ven una vez por año, le pregunté por su casa, por sus hijos, por su marido y por su gracioso mastín con el que jugue toda una tarde en su bellísima finca cántabra.
«Murió, me dijo. Era ya muy mayor y tuvo una muerte estupenda, agregó. Se fue apagando por un probelma de sangre hasta que ya ni veía ni entendía. Le invitamos a morir en el salón de casa, con nosotros, rodeado del cariño que siempre nos había dado.»
¿ Que tienen los perros para darles las gracias por la copa del rey o para dejarles morir en nuestra sala de estar, en nuestra presencia ? ¿ De que nos habla su silencio ? ¿ Que tipo de lealtad nos recuerdan ? ¿ Que hay entre ellos y nosotros ?.
Mientras pensaba en todo ello, me vino a la cabeza la frase del mediocre ese que tiene ocupado nuestro tiempo cuando dijo que el no se ponía la pulsera porque no era ningún perro.
Cierto, amigo. Nada mas cierto. No conozco perro alguno que haya hecho lo que usted ha perpetrado, y no conozco dueño alguno que le dejara morir a usted en su cuarto de estar donde se suele destilar la vida. No tenga usted la menor duda. Usted no es un perro. Nada mas lejos.