A veces los que no saben que preguntarte te preguntan que cuantos libros lees a la semana, por ejemplo. Seguramente esperan una respuesta trogoldita, un número parecido a la mujer barbuda de los circos, algo que les haga poner cara de cómplices con los otros y de paso desterrarte a ti al reino de los monos. Cosas.
Yo, como todos los que leemos, imagino, tuve dos o tres años fuertes de lector donde me fui construyendo, y desde entonces vivo un poco de las rentas. Claro, uno lee mucho mas que los que preguntan, pero esa diferencia no es significativa. Es como polvo, nada.
Un catarro de época, una partido de tenis a vida o muerte, y mi cuerpo, en general, me han tenido en la cama buena parte del fin de semana, así que me he leído tres libros cantidad que para tres días habría hecho las delcicias de los preguntones. Un volumen de relatos, una nouvelle y una novela. Conclusiones:
¿ Que haría yo sin los libros, sin su presencia cercana, sin su capacidad de devolverme a los terriorios de la serenidad tan olvidada ?
¿ Que haría yo sin tenerlos cerca, a mano, como quién tiene al ser querido, allí en silencio, insigne compañera de tantos vientos y tantas encalmadas ?
Que bueno es Pablo D,ors. Que novelistas tan estupendos viven fuera de la algarabía del éxito,
celosos de la intimidad con sus lectores, implacables con el coro de grillos que no consiguen dar forma a lo que llaman su obra.
Los libros son como los perfumes, depende quién los lleve. Algunos leen porque viste. Otros para vestirse. Los demás andamos entre libros como quién anda por el viejo pasillo de la casa familiar jugando al fútbol con sus hermanos.