Metido ya en las harinas del verano( sin Mojácar por primera vez en muchos años ) me entrego al don impasible en una relectura consciente y profundamente voluntaria. Resurrección, AnaKarenina, Vida y Destino… los rusos. Nadie como los rusos para decir lo que tiene que decir el alma humana.
Voy y vengo devorando, e incauto, deseando que no se acabe. No hay nada más estúpido que querer terminar, decía Buoudelaire a modo de resumen.
Luego, el sábado por la tarde, me llego dando un paseo hasta el audotorio para oír la misa de Requiem de Verdi. Acomodado, me dejo mecer por la fuerza de uno de las grandes obras de la música de nuestro tiempo. Del viejo tiempo. Por un momento pasa la figura de Mikel Jakson y se me ponen los pelos de punta.
Pero es una mezzo soprano rusa , Ekaterina Gubanova, quién se convierte en la protagonista de la noche. Parece, desde lejos, que el tiempo ya la ha alcanzado. Viste un traje largo negro, con brillos. Probablemente demasiado usado. Desde luego no es el día de su estreno. Su rostro igual. Como si ya tuviera su ración de ofensas. Está , sin embargo , elegantísima. Canta como si todo fuera cierto. Discretísima, va diciendo las notas, como si el papel hubiera sido escrito para ella. Nadie parece darse cuenta, pero cuando llega su turno el silencio es aún mayor y más auténtico. Ella parece un alma.
! Dios mío , que poco sabemos sobre el frio !