Releo, al calor de los días equívocos de la navidad, » El Expediente «, la magnífica novela de Timothy Garton sobre la Stasi alemana. Esta inteligencia tan británica por lo exhaustiva, me acompaña hasta los territorios de mis carencias siempre expuestas a los vientos de los brillante. Hay que ser sublime sin interrupción , dijo Boudelaire. Nada más torpe.
Un joven historiador se adentra en el mundo alemán de los setenta y comienza a especialiazarse en los movimientos de resistencia al nazismo. Por ese camino llegue a los territorios de la resistencia a los dictados comunistas y al nacimiento del fin de los muros. Llegado este vuelve a la Alemania democrática ( joder, da miedo escribirlo ) y se encuentra con que él mismo tenía un expediente con la Stasi donde amigos y allegados habían informado de sus andanzas sin que hubiera sospechado lo mas mínimo. El autor entonces decide investigarse a y comparar la demencia policial con su propia realidad personal.
¿ Como es posible que sucediera todo esto ? ¿ Como es posible que maridos, hermanos, íntimos y compañeros se prestaran a un juego tan siniestro ?.
Uno de los pilares del autor para contestar a tal interrogante es el análisis de las famosas virtudes secundarias: deber, lealtad, puntualidad, limpieza, laboriosidad…..
Reforzando su importancia y ofreciendo así un salvaconducto moral a los verdugos, los propios nazis y los confidentes ciudadanos fueron contruyendo el infierno.
Solo de pensarlo se le ponen a uno los pelos como escarpias. Y lo peor es que el asunto sigue resonando en las cocinas del alma. Nada nos es tan propio como lo ajeno.