» El cielo es negro. La tierra tiene un color azul hermosísimo».
Yri Gagarin voló al espacio en 1961. Los papeles descatalogados de aquel primer viaje humano ala espacio se han subastado en el año que se cierra, el mismo en que ha tenido lugar la larga reflexión sobre el desorden que lleva el editor a cuestas.
» El cielo es completamente negro. Las estrellas tienen un aspecto brillante y claro sobre este fondo negro. La tierra tiene una aureola muy característica y de un hermosísimo color azul. Esta aureola se ve muy bien cuando observas en el horizonte la suave transición de azul a azul oscuro, al violeta y al negro completo del cielo. Esta transición es muy hermosa».
Con una letra ordenada, delicada si cabe, con sus márgenes blancos casi maquetados, pocas veces un informe administrativo ( mucho menos comunista ) ha destilado tanta poesia y tanto amor por lo creado. Por la belleza interna de lo creado.
Frente a la hipótesis de la armonía se levanta el mar proceloso de nuestro miedo a la confusión. El pánico del hombre al caos, el miedo a despertar en medio de la noche y encontrarse en la confusión, preso en un ámbito sin estructura interna, nos resulta tan cercano, que forma parte de nosotros.
En esa tensión, la enfermedad se persona en el territorio del desorden. Fuera del orden que creiamos interno y siempre recuperable con nuestra decisión de alejarnos de nuestros propios errores, la enfermedad, con su eviencia de carecer de significado, nos sume en el desierto de lo carete de sentido.
La primera tarea del enfermo es pues, congraciarse con ambas caras de la fragil moneda que es la vida. Alabar el gran misterio de lo creado y pasar con decisión por las tempestades con la firme voluntad de llegar nuevamente al otro lado.