ciudades

Uno de los aforismos tradicionales en favor de la urbe es tan conocido como elegante:» el aire de las ciudades os hará libres» que solía ponerse a modo de leyenda en la puerta de algunos burgos. Convendría quizas mantenerlo hoy en la entrada de los pueblos en los que cuelgan galgos de los pinares y si escarbas un poco siguen sonando los mas oscuros ritmos de la guerra civil. Son las ciudades, de verdad, las mejores radiografías de nuestra democracia sana y asentada, silenciosas y fuertes. Tan de verdad que da gusto vivirlas. Ciudades que han recuperado sus ríos, que tienen una piscina cubierta por barrio, que sus autobuses no tardan nunca diez minutos en pasar, que su oferta cultural incluye dos o tres conciertos a la semana y varias exposiciones de las que uno no deja de ver nunca. Ciudadades donde el carril bici va imponiéndose y donde pasear contituye un descubrimiento constante de un entorno en movimiento. Ciuadades así gracias a los socialistas y a la derecha, a la alternancia democrática de la que tan poco se habla. El aire de las ciudades os hará libres, y así ha sido.
Las ciudades tienen su momento, como todo. Tienene sus momentos de crecimiento en los que si las escuchas se siente el rumor del tiempo pasando por sus venas. Momentos para estar atentos, cerrar los ojos y pensar que nos sería tan malo vivir eternamente.
Este viernes presentamos una novela que trata de eso. Del estirón de una ciudad impar a finales de siglo cuando en un doblez del tiempo la modernidad enseñaba sus cartas y el viejo mundo, como siempre pretendía hacer trampas con los naipes. Las ciudades son la gran aventura. El único territorio donde la política adquiere su verdadero sentido.
El editor, incorregible, sueña con que el libro va a ser un éxito.

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