Me avisa el servidor que llevo cien entradas en el diario. No se porque lo dice y me viene a la memoria la vieja anécdota taurina , cuando el espada retirado le dice a su apoderado que está pensando en volver y este le contesta muy serio : ¿ y quién se lo ha pedido, maestro ?.
Pensaba decir alguna cosa sobre la muerte de Angel Gonzalez y el libro que le ha hecho Segundo Santos el artesano de Cuenca en relación con aquella sentencia terrible de Séneca:» en vano llama el arte a la puerta del cuerdo». Pensaba decir algo sobre la urgente y cruel necesidad de sentir que tienes que expresarte, decirlo, sacar fuera lo que ahoga la respiración del alma. La cantidad de tiempo y mundo que se malgasta. Pensaba profundizar sobre eso a propósito de las cien entradas del diario, sin ninguna noticia del otro lado. Sin nadie que me haya dicho: prosiga, mosén, prosiga.
Iba a decirme sobre esto, pero se ha cruzado un suceso sin par hace unos días, un ciclón , una invasión de vida, de juventud, de fuerza. Un acontecimiento que solo merece al agradecimiento y el reconocimiento mas profundo. He oido tocar a la orquesta Simón Bolivar de Venezuela bajo el mando firme y entrañable de su director Gustavo Dudamel. No diré nada más. Que cada uno busque donde pueda.
Solo un apunte: cada vez que vean por la calle a un joven indio, negro, cuculé o blanco, y sientan deseos de saber que coños están haciendo aquí, piensen que son capaces de tocar Chaikosvski, con la solemnidad y sutilieza que solo podría hacer un ruso borracho.
La explosión de color, de vida, de alegría, de juventud y de fuerza sobre el escenario, tapa lo demás; el botellón de nuestros parques y el susto de las cien entradas de este diario.