cazadores

El otro día estuvimos viendo una bodega por las tierras de Toro. Nos invitaron amablemente unos amigos y el propio patriarca nos explico todo y compartió mesa y mantel a la vieja usanza de las ganaderias salmantinas. Hacía un día de mantequilla y disfrutamos en profundidad de la jornada. Sin embargo el recuerdo quedó inequivocamente fijado al primer momento en que nos llevaron a la finca y allí, en la juventud de la mañana, viendo unas hectareás de cepa joven nos dieron un blanco de la casa y una raspa de queso que llevaban cuidadosamente preparada. Fue un algo especial, inesperado, justo, elegante, hospitalario, consecuente. Tras el sorbo , con las copas en la mano el hombre explicó la historia de la finca, de la familia y de la plantación en espaldera. El resto del día estuvo bien, pero aquello había sido único. Auténtico.
Frente a la cantidad de momentos emputecidos que un hombre tiene que vivir a diario practicamente por decreto, la cantidad de mentiras que no hay mas remedio que encontrarse tras cada anuncio de neón, el superviviente solo puede fijar su esperanza en cazar instantes. Yo creo que esa es la tarea a la que debe dedicarse un caballero que haya tenido que nacer en esta época. Atrapar el instante como una mariposa, guardarlo, dibujarlo celosamente en la memoria y dejar que macere para habilitarlo cuando llege la tormenta o cuando le de la gana. Todo sin ruidos, claro.

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