catalanes

Muy pocos antídotos tan eficaces contra el ataque navideño como volver a las horas de Josep Plá y dejarse mecer por los vientos del año. Un libro delicado, infantil, varado en el tiempo, capaz de resistir las listas doradas de los críticos en los suplementos literarios. Leer a Plá, verle discurrir sobre el Garbí, pararse ante un adjetivo, o buscar una fecha para ir al mar y estarse quieto, es como una manta sobre la rodillas en esas horas de la tarde en que se va haciendo necesario un guisqui.
He andado tambien con algunas novelas de Marsé, viendo si me seguían sonando. Si la prosa me traía recuerdos de los cascabeles de las mulillas que salían cerca de mi casa camino de la plaza de toros. Marsé es un caballero de su oficio, un hombre cabal, de pocas entrevistas, que ha ido reconstruyendo su mundo con la vocación exhaustiva de los catedráticos. No ha perdido ni el tiempo ni el destino y volver sobre » Si te dicen que caí » o sobre » Rabos de lagartija » es adentrarse en territorios fértiles como el Ampurdan o Jose María de Sagarra.
Beber Gramona o Agustí Torelló mientras la madre prepara lo que ella piensa que será la última Navidad que pasemos juntos es una experiencia cercana, familiar en el sentido en que estos terminos merecen la pena en un mundo de anuncios y rebajas.
Lo catalán no se rebaja nunca. Está en su precio. Se quiere o no, pero está en su precio. Uno de los cenit de la ignorancia, de la vulgaridad, de lo nuestro, es hablar mal de los catalanes. La gente no sabe lo que dice. Ya quisiera uno estar mas cerca.
Feliz año.

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