Para los que venimos de arriba, el almendro es siempre la sorpresa, lo inesperado , el milagro frente a las ofensas inacabables de los hielos. Luego, camino de Cuenca para un asunto de familia, tierras marrones, profundas, poderosas.
Por la mañana visita al museo en compañia de Jesús Capa, el único pintor que conozco que no habla nunca de si mismo y menos de su obra. Magníficas sus iluminaciones sobre Saura, Torner, Rueda, Guerrero. No saben bien estos explicadores lo que hacen gozar a los neófitos.
Luego vinos nuevos con los primos. La íntima fuerza de la sangre.
Con estas cosas, con cosas decentes y de balde, uno sigue amando la vida, aguantando sus empellones, manteniendo la ilusión y la sorpresa. Son ayudas, como los libros.
En las máquinas ya, el libro africano del joven comandante español, Juan Bustamante, está a punto de ver la luz. Nervios de presentación , dudas de ventas, ignorancia de los poderosos. Pero el libro es hermoso, tiene la elegancia precisa de lo frágil. Llega como un regalo. Como una ayuda de la misma familia que los almendros o los cuadros.