Quisiera que el libro llevara un albúm de fotos que explicara la construcción del escritor, el como y porqué decidió gastar su vida en mirar y contar; en ir diciendo para decirse. A poco de ponerme he ido viendo que la simple sucesión de rostros en las diferentes edades es más que cualquier otra cosa. Que el rostro del otro es la gran puerta de nuestra obligación moral. Que nadie puede enfadarse con otro si logra imaginar que un día fue un niño montado en un caballo de cartón, mirando hacia el objetivo con la seguiridad que da no tener nada que contar, porque el mundo entero cabe en ese instante.
Viendo las fotos del rostro de mi amigo el escritor me he sorprendido pensando en el maligo. En que puesto ocuparía la maldad en un mundo lleno de rostros.