Una de las leyes que se aprende con el acoso del tiempo es que los cambios se cuecen a fuego lento y suceden de una forma muy discreta, en una instante. Los que no logran aprender tienden a pensar que nunca pasa nada y que los cambios tienen su origen en un azar ciego sin dirección ni vector de fuerza alguno.
Ahora mismo pasa con Agosto. Los hombres del tiempo convierten en noticia las primeras mañanas frescas, el cambio de luz, el delicado anuncio de un final que no llegara hasta septiembre. Esta luz de agosto tan distinta, fundamentalmente tal distinta a la de Junio cuando todo estaba sin usar y las mañanas eran de mantequilla, esta ahí pero se percibe en un instante, en un doblez del tiempo; un suceso mágico que parece llamar a la indivualidad profunda, al lugar del ser donde suceden las cosas que realmente existen, tan distintas de las otras.
Algunas personas basan su vida en lograr cazar instantes.» Hay gente pa too», que dijo el torero.
Y pienso que los libros son como los instantes. Tienen en su realización una dinámica muy parecida a los instantes. Estan ahí durante largo tiempo y de pronto se hacen realidad y pueden tocarse. El editor anda por medio y como hacedor goza de los privilegios de asistir al parto.
Dentro de poco aparecerá uno delicado y precioso. Un diario de pesca firmado por un inglés loco, que anda siempre en manga corta. Lleva un apunte de Fernando Zobel en portada y unos » monos» muy graciosos de Luciano Estaban intercalados en el texto. Son los libros que hacen al editor. Que le ajustan. Que le le hacen pensar que esta en lo cierto y que merece la pena. Los libros, en el fondo, ya se ha dicho, son gestos amables. Eso es todo y no es poco.