Leo en un manual de semiótica cosas sobre la diferia entre códigos icónicos y arbitrarios. El autor pone como ejemplo de la frágil diferencia entre ambos el hecho de que en el código gestual de los sordos españoles, sábado se dice al pasarse la mano por la cara. Algo totalmente arbitrario sino fuera porque no hace muchos años el sábado era el día señalado culturalmente para el afeitado de los chicos. Sábado, sabadete…., decía el refrán de mis tiempos.
Me viene a la cabeza el misterio de la relación oculta de las cosas. Una especie de hilo conductor que va ligando el mundo y del que ha veces nos llegan noticias, generalmente de bondad, que sirven para que nos sintamos en casa, para oir la sinfonía deluniverso, la puerta de los mundos, a veces entreabierta a primeras horas de la mañana. Esa hora en que parece que la luz no la ha usado nadie.
Las palabras, el hilo del lenguaje. Desde siempre la literatura ha estado implicada en desmontar la teoria de que el cosmos era un código arbitrario en el que se celebraba la fiesta de los locos.
Es una hermosa tarea empañada en estos días por la búsqueda del santo grial, los templarios, las catedrales y otras suertes de secretos menores en manos de desaprensivos del marketing.