Comenzó el mundial, ganó Argentina. En la selección argentina parece como que hubieran guardado la memoria de fútbol. Al menos, del fútbol que yo tengo en mi cabeza. El portero sale, bloca el primer balón por alto y se acabó la historia. Dijo quién era desde el primer momento. Los centrales son dos tipos pequeñitos que saltan por encima de las cabezas de los gigantes y meten goles a las salida de corners. Tienen dos fieras en el medio del campo, luego uno que lleva la camiseta con el diez( el jefe) y dos delanteros muy listos de barrio que hacen gol en cuanto se les deja. Son un equipo de fútbol. Gente adulta que saben que tienen que ganar y ganan.
No pasa con los libros. Ni con los libros, ni con las peliculas, ni con los telediarios. Todo esta lleno de eternos adolescentes, gentes que lloran por nada, diferentes, almas en pena de los que pensaran que las meditaciones de Marco Aurelio son un volumen de autoayuda.
Uno que se siente bien en su edad, pasada ya de los territorios de la promesa, uno que goza de los grandes relatos y del guisqui de malta se llena de gratitud hacia la albiceleste y hacia los diarios de E. Jung que tiene entremanos. He desconectado de todo lo de más y a ver que pasa.
Otro día les cuento mis títulos preferidos sobre fútbol.