En la novela de David Grossman » La vida entera » la protagonista , una madre, recorre el pais andando y contando historias a su compañero porque cree que solo así lograra detener el fantasma de la muerte que persigue a su hijo militarizado en la primera línea de combate. En la exposición del verano los personajes de Hopper han abandonado el reino de la palabra y ya no hablan. No hablan con nadie, ni squiera con ellos mismos. Se han colocado fuera del territorio de las historias y la vida les ha abandonado. La sensación orfandad, de devastación , que desprenden los lienzos proviene de ese erial después de la batalla.
Los enamorados se cuentan historias interminables mientras dura la noche. Siempre tienen la sensación de que les queda un mundo que decirse y solo cuando se agotan , cuando van a respirar un poco, cuando buscan aliento para seguir adelante dicen te quiero.
En los momentos tan duros que ya nos han salido al encuentro no tenemos otra que volver a contarnos historias. Hablar los unos con los otros, reconocernos por el maravilloso recurso del que hemos sido dotados: las palabras. Las palabras son tan verdaderas, tan nuestras, que tienen nostalgia del cuerpo. Basta con decir un nombre para que una oleda la vida nos traiga el rostro convocado.
En la naturaleza están los mensajes auténticos,los de verdad,los nuestros. Claro que a Vd. también le queremos, pero eso ya lo sabe.
Basta mavegar en la noche para que una comenta deje en el aire una estela, un nombre que llena un espacio, antes vacío, pero ahora lleno de luz.