Sobre las siete menos diez, desde mi habitación se oye cantar al cuco. Me levanto despacio y voy directamente a la ventana grande del salón para ver los colores malvas, platas, azules y rojos que arrastra el alba. Me siento en la tumbona de la terraza, me tapo un poco con una toalla grande y veo llegar los pesqueros de Garrucha, mientras el sol, un disco grande, primero naranja y después amarillo, aparece en la línea del horizonte y se va haciendo fuerte con una seguridad serena y antigua. Cuando los barcos pasan por debajo ya ha amanecido. No hay rastro de la maldad de los hombres, me digo cada día. Vacaciones.
Hay poca literatura de este génro en nuestro país. Un hermos libro de cabecera » Las horas » de Josep Plá y otro de Muñoz Rojas » Cosas del Campo «, se me vienen ahora a la cabeza. La editorial tiene una pequeña colección que se llama así y en octubre publicaremos un diario de pesca muy bonito con un apunte de Fernando Zóbel en portada que ha autorizado con una gentileza muy especial Rafael Perez Madero, el texto lo está revisando Olga Carretón y llevará unos monos del pintor Luciano Estaban que parecen que viven por su cuenta. Pienso también en eso mientras el sol sigue subiendo. Luego me bajo a dar un paseo por la playa. Frente a la queja, alabanza, me digo. Son poco mas de las siete y media de la mañana. Saludos.