A mi madre, ya mayor ( 83 años ) , le van quedando pocas aficiones. Le gusta el bingo, al que va sola y juega dos cartones al mismo tiempo, defender a Zapatero, ver películas, leer y venir a comer a casa, solos los dos, los domingos. Yo guiso para ella las comidas de sus recuerdos, fumamos un cigarrito, se echa la siesta y luego me habla de la familia. Sin embargo su frase mas genial de los últimos años no me la ha dicho a mí sino a Miguel, mi hermano.
«Ahora que lo tengo todo me tengo que morir, ya ves que cosas». Literal.
En ese » ahora » puede que esté la clave de su felicidad tan actual como antigua. Cuando uno toma conciencia de que puede ser » ahora » el momento que llevamos ocultándonos desde hace tantos años, se ilumina la escena de una manera muy especial y de alguna forma íntima y verdadera comienza el espectáculo. Las cosas, el tiempo, las estaciones, la amistad, el júbilo y la alabanza sientan plaza y la mediocridad se hace a un lado avergonzada. La vida, entonces, vuelve al color amarillo de la infancia. Vivimos de balde, llegamos apensar en un suspiro de gozo.
Acabo de salir de un hospital con cosa grave. Todo bien, no se preocupen. Cuando desde la habitación miraba la calle y añoraba salir pensaba en el «ahora» de mi madre.
! Cuanta sabiduría, chacho !.