De cualquier forma y para cerebrarlo damos largos paseos por los otoños de la ciudad, comemos níscalos y esperamos los primeros vinos del año, los boujolais cercanos, para reunirnos con los amigos y cerrar filas frente a la barbarie. Probamos, incluso, con un potaje de garbazos y langostinos para que no nos sorprenda la cuaresma luego sin recetas de supervivencia. Leo a Juan Ramón como todos los años por estas fechas ( Platero y yo ) y un libro sobre tipografía y literatura de Andrés Trapiello tan bonito, tan delicado, que se olvida uno de los otros.
Pero lo importante es que llega la fiesta de los muertos y las gentes se acicalan para ir a hablar con ellos. Los muertos guardan una relación muy firme y sentida con los vivos que cuidan de su memoria y vamos y venimos muchas veces hablando con ellos, dándoles la razón o quitándosela, como si tal cosa, porqué en el fodo sabemos que ocupamos un lugar común donde antes estuvieron ellos.
Uno de los secretos de la literatura es su vocación de perpetuar el territorio franco donde poder hablar con los muertos. Ahora se hacen pocos libros de eso. Los libros de ahora son modernos y la gente se olvida mucho de lo que dice Trapiello: no hay modernidad posible sin tradición.
No hay vida posible sin contar con nuestros muertos. Piensen en eso.
Ellos custodian en cierto modo nuestras vidas. Aunque no estén su recuerdo es siempre gozoso para nosotros. Séneca dijo "se deben de verter por ellos algunas lágrimas, no llorar sin tregua"
Estoy totalmente de acuerdo con Vd.Somos y tenemos lo que quisimos.
Ellos custodian en cierto modo nuestras vidas. Aunque no estén su recuerdo es siempre gozoso para nosotros. Séneca dijo "se deben de verter por ellos algunas lágrimas, no llorar sin tregua"
Estoy totalmente de acuerdo con Vd.Somos y tenemos lo que quisimos.