Tal día como hoy ( de madrugada, claro ), hace 32 años, el papa Juan Pablo I apereció muerto en sus habitaciones, tras 33 días de pontificado. Según la versión oficial su muerte se produjo como consecuencia de un infarto de miocardio agudo. Según el mayor investigador del suceso ( A. Yalopp, » En Nombre de Dios » ) fue asesinado por la trilogia de los afectados por un » limpieza general » de las finanzas vaticanas en toda la regla : la masoneria ( Logia P-2, la mafia americana e italiana, y la curia del propio vaticano).
Son tantas las evidencias de esta última hipotésis que los posteriores asesinatos de Roberto Calvi y Michelle Sindona no son mas que garbancitos para seguir una pista desde siempre iluminada. Resuena con una especial crueldad la explicación que se dejó correr en una de las multiples campañas de intoxicación cuyo origen se encuentra en tan coqueto barrio romano : un hombre débil, que venía de una diocésis pequeña, de mala salud, tonto e incapaz.
Luciani fue un hombre especialmente dotado y de una valentía especial.
Quizás si hubiera podido poner en práctica la limpieza del banco ambrosiano, la del Instituto de Obras Religiosas, la publicidad sobre la lista de masones de la propia curia vaticana, el blanqueo de dinero y la realidad de la Sociedad General Inmobiliaria, el gesto de la iglesia hubiese tenido su trancendencia y no hubieramos tenido que vivir en medio del emputecimiento del dinero.
Pero era demasiado. Los papeles que sostenía en el momento de su asesinato son suficientes para explicarlo todo.
No es de extrañar , como sostiene Yalopp, que Lucio Gelli, el propio «titiritero», tuviera como contraseña en sus oscurísimos mundos el de Luciani. Todo un homenaje.
Un resumen del guión de El Padrino III