La realidad es verdadera pero no suficiente. La idealidad es suficiente pero no es verdadera. En esa tensión se va construyendo don Quijote como personaje, señaló el poeta Luis Rosales en su día. La intuición cervantina fue colocar el fracaso como corazón del asunto. Hay que atreverse a vivir. hay que atraverse a fracasar como consecuencia del intento. Hay que fracasar para poder conocer nuestros límites y nuestra verdad más íntima. Cervantes quiso enseñar al mundo la gran lección que había aprendido de su vida ejemplar y heroica como pocas: la manera risueña, desatinada y grandiosa de llevar el fracaso. No hay otra.
Leo estas tardes de agosto las malandanzas de la primera parte y el ensayo de Rosales tan dragado de bondad y de intención . Me doy cuenta de que Cervantes sabía lo que hacía. Secuestrado por los académicos y por los profesores, nadie parece conceder al autor una lectura artística, una lectura desde dentro que evite el contexto histórico y personal del escritor. Un intento de lectura desde el corazón en el que se encuentra esa sabidura, la mano de hierro que tenía el manco para gobernar su universo narrativo. Cervantes sabía lo que hacia con los fracasos del caballero hidalgo. Como Castaneda, tantos años después, hubiera podido escribir al respecto :
» para mí solo recorrer los caminos que tienen corazón, cualquier camino que tenga corazón. Por ahí yo recorro y la única prueba que vale es atraversar todo lu largo. Y por ahí yo ando mirando, mirando sin aliento «.